Vida al Aire Libre y Bienestar
Ola de calor en Buenos Aires: Palermo como refugio verde
En los últimos días, Buenos Aires enfrentó una de las olas de calor más intensas de los últimos años.

Con temperaturas que superaron los 36 grados y una sensación térmica cercana a los 40, la ciudad sintió el impacto del fenómeno climático no solo en sus calles y servicios, sino también en la forma en que los vecinos buscaron adaptarse. En este contexto, Palermo volvió a destacarse como el pulmón verde de la Ciudad.
Los Bosques de Palermo, el Rosedal, Plaza Sicilia, Plaza Güemes, el Parque Las Heras y otros espacios del barrio se transformaron en verdaderos oasis urbanos. Desde las primeras horas del día, y especialmente por la tarde cuando el sol comenzaba a bajar, cientos de personas se acercaron con reposeras, botellas de agua, libros y hasta pequeñas piletas inflables para encontrar algo de alivio entre la sombra de los árboles.
El Rosedal fue uno de los puntos más visitados. El lago reflejaba la intensidad del cielo despejado, mientras que las pérgolas y zonas arboladas ofrecían lugares frescos para descansar. Algunos aprovecharon para correr por los senderos, otros simplemente se tendieron en el pasto bajo la sombra. Incluso hubo músicos callejeros y clases espontáneas de yoga y respiración, organizadas por vecinos para atravesar el calor con otra energía.
Los foodtrucks de la zona adaptaron sus propuestas: agua saborizada, helados artesanales, licuados naturales y comidas frescas fueron los productos estrella. Además, varios locales colocaron dispensadores gratuitos de agua para que los visitantes pudieran hidratarse, una iniciativa celebrada ampliamente en redes sociales.
También se notó un cambio de rutina en el uso de estos espacios. Personas que habitualmente los frecuentan los fines de semana comenzaron a acercarse entre semana, incluso durante su hora de almuerzo o descanso laboral. Oficinistas de la zona escapaban del encierro del aire acondicionado buscando un respiro más natural.
Las plazas más pequeñas también cumplieron su función: Plaza Inmigrantes de Armenia y Plaza Güemes, por ejemplo, vieron multiplicarse las visitas de familias con niños. Las fuentes de agua se transformaron en juegos improvisados, y los bares cercanos ampliaron sus terrazas y patios para captar a quienes buscaban un lugar para pasar el rato sin alejarse demasiado de casa.
El Gobierno de la Ciudad reforzó la campaña de prevención del golpe de calor con cartelería y recomendaciones en puntos clave del barrio: hidratarse, evitar el sol en horas pico y prestar atención a los adultos mayores. También hubo puestos de salud itinerantes ofreciendo controles de presión y entrega de agua fresca.
A pesar del calor, Palermo no se detuvo. Lo vivió, lo absorbió y lo convirtió en una oportunidad para volver al espacio público con una mirada más consciente. Lo que fue una semana agobiante para muchos, en Palermo fue también una excusa para reconectar con la vida al aire libre.
En medio del cemento porteño, el barrio volvió a confirmar que la naturaleza urbana es mucho más que paisaje: es necesidad, es contención y, sobre todo, es comunidad.
