Gastronomía y Bares
Café con historia: 5 bares clásicos de Palermo para una merienda de verano
En Palermo, a pesar de las modas, los restó modernos y las cafeterías de especialidad que crecen en cada cuadra, todavía se conservan espacios con historia.

Hay bares que no se parecen a ningún otro. Lugares que, con solo cruzar la puerta, te transportan a otra época. En Palermo, a pesar de las modas, los restó modernos y las cafeterías de especialidad que crecen en cada cuadra, todavía se conservan espacios con historia. Mesas de mármol, mozos con oficio, vitrinas con medialunas brillantes y ventiladores de techo girando lento. Son esos bares donde se puede tomar un café sin apuro, leer el diario en papel y pedir una lágrima como antes. Y donde una simple merienda puede convertirse en un viaje a la memoria porteña.
En esta nota te proponemos cinco clásicos de Palermo que resisten el paso del tiempo, con su identidad intacta y una carta que no necesita rebranding. Todos tienen algo para contar. Y todos, en estos días de calor, ofrecen una sombra amable donde sentarse a la tarde, pedir algo fresco y dejar que el tiempo pase.
☕ Bar La Payuca (Av. Santa Fe y Gurruchaga)
Ubicado en un punto neurálgico entre Palermo y Recoleta, La Payuca es de esos bares que parecen no haber cambiado desde los años 80. Con un toldo rojo que se ve desde la esquina y una barra amplia de madera, se transformó en lugar de paso y encuentro. El café es clásico, los tostados abundantes y las medialunas, grandes y mantecosas. Tiene mesas afuera, lo que en días de verano permite disfrutar la sombra de los árboles de Santa Fe con vista al movimiento constante.
☕ Bar Oviedo (Av. Medrano y Av. Córdoba)
Aunque está justo en el límite con Almagro, Oviedo tiene alma palermitana. Abrió en 1930 y todavía conserva sus vitrales originales, sus columnas de hierro fundido y una carta que combina cafetería, minutas y platos del día. El café con leche viene en taza grande, con dos medialunas incluidas. Ideal para sentarse en una de sus esquinas, mirar el salón en calma y ver entrar a clientes de toda la vida. Tiene aire acondicionado natural: techos altos y ventanas abiertas.
☕ Bar Duca (Armenia y Nicaragua)
En pleno Palermo Soho, donde todo parece nuevo, Duca es una excepción. Una confitería tradicional con mozos que te llaman “maestro” y una carta que no cambia con la temporada. Los viernes hay piano en vivo y los domingos, familias que hacen del café de la tarde un ritual. La torta Balcarce es una especialidad, y en verano conviene probar el café frío con crema o los licuados frutales. El salón está decorado con fotos antiguas del barrio.
☕ Café Retiro (Av. Scalabrini Ortiz y Paraguay)
Retiro no tiene redes sociales ni se jacta de ser “de autor”, pero su café bien tirado, el aire de bodegón porteño y el menú de picadas lo mantienen lleno casi siempre. Los vecinos se sientan a jugar al dominó en las mesas del fondo y los oficinistas bajan a tomar una Coca bien fría con maní. En verano, es común ver a los clientes armando meriendas que parecen cenas: tortilla con pan, cerveza y tostado mixto.
☕ Bar Plaza (Av. Las Heras y Salguero)
Frente al Parque Las Heras, este bar tradicional es el favorito de muchos para los domingos a la tarde. Tiene un toldo verde, sillas de aluminio y mozos de los que traen el pedido sin que se lo recuerdes. Las medialunas rellenas de jamón y queso son un clásico, y en la carta también hay licuados, flan con dulce y café en jarrito. Afuera, las mesas bajo los plátanos hacen que incluso el calor porteño se vuelva soportable.
Los bares históricos de Palermo no son solo lugares para comer o tomar algo. Son parte del paisaje emocional del barrio. Muchos tienen décadas de existencia, historias de artistas, políticos, escritores o vecinos anónimos que los hicieron propios. Y si bien no aparecen en los rankings de moda ni en las guías de cafeterías cool, resisten como puntos de referencia para quienes todavía valoran una atención sin vueltas, una mesa de fórmica y un café que sale como siempre.
Sentarse en alguno de ellos, aunque sea una hora, es una forma de habitar Palermo desde su memoria viva. No hace falta mucho más: un café con leche, un vaso de soda, una buena sombra. Y dejar que la tarde fluya como en las mejores postales de barrio.
