Ciudad Canina: La intensa cultura de las mascotas

Son una postal inseparable del barrio: los paseadores con sus manadas de hasta diez perros, los parques repletos de mascotas jugando y los cafés con sus bebederos en la vereda. Palermo es, sin dudas, el barrio más “pet-friendly” de Buenos Aires, una característica que define su identidad pero que también plantea constantes desafíos para la convivencia y el uso del espacio público.

En Palermo, los perros no son solo mascotas, son ciudadanos de primera. Tienen sus propias plazas, sus guarderías, sus tiendas de ropa de diseño, sus peluquerías con spa y hasta sus heladerías. El barrio ha desarrollado un verdadero ecosistema en torno a la vida canina, convirtiéndose en un paraíso para los amantes de los animales. Esta cultura “pet-friendly” es uno de los grandes atractivos para muchos de sus residentes, que valoran la posibilidad de integrar a sus compañeros de cuatro patas en su vida social y cotidiana.

El epicentro de esta vida canina son los espacios verdes. Plazas como la Las Heras o la Inmigrantes de Armenia, y por supuesto los Bosques de Palermo, funcionan como gigantescos clubes sociales para perros y sus dueños. Es allí donde los animales socializan, juegan y gastan energía. Esta interacción es fundamental para el bienestar de las mascotas que viven en departamentos. Alrededor de esta actividad ha florecido la figura del paseador de perros, un oficio que en Palermo ha alcanzado un nivel de profesionalización único. Verlos caminar con destreza, manejando con una sola mano los correajes de una docena de perros de todas las razas y tamaños, es una de las imágenes más icónicas y asombrosas del barrio.

La actividad comercial ha sabido capitalizar esta tendencia. Es difícil encontrar una cuadra en Palermo que no tenga una veterinaria o una tienda de mascotas (“pet shop”). La oferta va mucho más allá del alimento balanceado: incluye juguetes interactivos, ropa de diseño, camas ortopédicas y todo tipo de accesorios. Además, una gran cantidad de cafés y restaurantes se han sumado a la movida “pet-friendly”, permitiendo el ingreso de mascotas a sus patios y veredas, y ofreciendo bebederos para que puedan refrescarse, una iniciativa muy valorada por los dueños.

Sin embargo, esta intensa cultura canina no está exenta de conflictos. El principal problema, y la queja más recurrente entre los vecinos, es la falta de higiene en el espacio público. A pesar de las campañas de concientización y de la existencia de una normativa que obliga a los dueños a levantar los excrementos de sus mascotas, las veredas y los parques a menudo presentan un estado de suciedad que genera malestar. Otro punto de tensión es la presencia de perros sueltos fuera de los caniles designados. Aunque muchos dueños confían en la obediencia de sus perros, la situación puede generar temor en niños, en personas que no se sienten cómodas con los animales, o conflictos con otros perros que sí van atados.

Encontrar el equilibrio entre el amor por las mascotas y el respeto por el espacio y los derechos de todos los vecinos es el gran desafío. Requiere de una mayor fiscalización por parte de las autoridades, pero, fundamentalmente, de una mayor cuota de responsabilidad individual y empatía por parte de los dueños de los perros. Palermo ha demostrado que puede ser un modelo de integración para las mascotas en la vida urbana, y su próximo paso es consolidarse como un modelo de convivencia y respeto para todos sus habitantes, los de dos y los de cuatro patas.