El BAFICI llega a su fin: Palermo, el corazón de una fiesta cinéfila

Palermo, como epicentro del evento, vivió semanas de una efervescencia cultural única, reafirmándose como el barrio del cine y demostrando que la pasión por las buenas historias es un refugio en tiempos de incertidumbre.

Las luces de las salas comienzan a apagarse, pero la energía cinéfila aún vibra en las calles de Palermo. Este fin de semana marca la clausura de una nueva y exitosa edición del BAFICI, el festival que durante casi dos semanas transformó al barrio en una gigantesca cineteca a cielo abierto. A pesar de un contexto económico complejo, la respuesta del público fue, una vez más, contundente y masiva. Miles de espectadores peregrinaron por las sedes principales, como el complejo Cinépolis de la calle Beruti y el Museo MALBA, demostrando que el deseo de descubrir nuevas miradas y de compartir la experiencia colectiva del cine sigue intacto. El BAFICI no es solo un festival de cine; es un fenómeno social que tiene en Palermo su hogar y su principal caja de resonancia.

Este año, la programación se destacó por su diversidad y su apuesta por el nuevo cine argentino. Las competencias oficiales presentaron una selección de óperas primas y trabajos de directores emergentes que exploraron con audacia las problemáticas contemporáneas, desde la crisis económica y la precariedad laboral hasta las nuevas formas de vincularse afectivamente. El público acompañó estas propuestas con un interés notable, llenando las salas y participando activamente en las charlas con los directores que se organizaban después de las proyecciones. Este diálogo directo entre los creadores y los espectadores es una de las marcas de identidad del festival, un espacio de intercambio que enriquece la experiencia y que se extiende mucho más allá de la sala de cine.

De hecho, uno de los aspectos más fascinantes del BAFICI es cómo desborda su propio perímetro. Durante estos días, los cafés, bares y librerías de Palermo se convirtieron en la continuación natural del festival. Las mesas se transformaron en improvisados cine-debates, donde grupos de amigos y cinéfilos solitarios discutían apasionadamente sobre la película que acababan de ver, catálogo en mano, planificando el recorrido para el día siguiente. “En época de BAFICI, el ambiente del local cambia por completo. La gente viene con otra energía, con ganas de charlar de cultura. Escuchas conversaciones sobre directores iraníes o sobre el nuevo documental chileno. Es un público que nos encanta”, comenta el encargado de un café notable de la zona.

El impacto económico del festival en el barrio es innegable. La afluencia de miles de personas, incluyendo a una gran cantidad de turistas culturales atraídos por el prestigio del evento, generó un impulso vital para el sector gastronómico en una temporada de otoño que suele ser más tranquila. Pero el mayor valor es el simbólico. El BAFICI consolida la marca “Palermo” como un territorio ligado a la creatividad, la vanguardia y el pensamiento crítico. Es un evento que le aporta una densidad cultural que lo diferencia de otros barrios y que nutre su identidad. Al finalizar la última función y entregar los premios, quedará el recuerdo de doce días en los que Palermo fue, una vez más, la capital del cine, una fiesta que celebró la diversidad de miradas y el poder del encuentro en una sala a oscuras.