La promesa de un encuentro romántico o social a través de aplicaciones de citas se transformó en una pesadilla de violencia extrema y despojo para un vecino de Palermo. El caso, que salió a la luz en las últimas horas, expone la vigencia y peligrosidad de una modalidad delictiva conocida como “viudos negros”, donde la seducción es utilizada como el caballo de Troya para vulnerar la seguridad de las víctimas en su propio hogar. Alfredo, un psicólogo residente en el barrio, fue drogado, maniatado, golpeado y apuñalado dentro de su departamento por una banda que ingresó facilitada por una cita que él mismo había concertado a través de Tinder.
La cronología del horror comenzó de la manera más habitual en estos tiempos digitales. Alfredo había conocido a un hombre a través de la popular aplicación de citas semanas atrás. Tras un intercambio de mensajes que generó confianza y una primera cita en un lugar público que transcurrió sin inconvenientes, decidieron dar el siguiente paso: una cena en la vivienda del profesional. Esta construcción previa de confianza es, según los expertos en seguridad, la clave del éxito de estas bandas, que invierten tiempo en “ablandar” a la víctima para que baje la guardia.
La velada transcurría con normalidad hasta que, en un descuido calculado, la situación dio un giro dramático. Según el relato de la víctima, en un momento en que se ausentó brevemente de la mesa, su invitado habría introducido una potente sustancia en su bebida. El efecto fue rápido y devastador: la pérdida total de la conciencia. Lo que siguió fue el despertar en una escena de terror. Alfredo recobró el conocimiento en su propia habitación, pero el escenario había cambiado radicalmente: estaba maniatado de pies y manos, y ya no estaba solo con su cita. Lo rodeaban tres hombres desconocidos.
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“Me desperté con las manos atadas y uno me gritaba que esto era un trabajo”, relató la víctima a la policía, evidenciando la frialdad y el profesionalismo criminal de la banda. Durante las siguientes cuatro horas, el departamento se convirtió en una zona liberada para los delincuentes y en un infierno para el dueño de casa. Para amedrentarlo y exigirle la entrega de dinero y objetos de valor, los asaltantes no dudaron en ejercer una violencia física brutal. Alfredo fue golpeado repetidamente y sufrió dos puñaladas con un cuchillo que los propios ladrones tomaron de su cocina, heridas que, si bien no comprometieron órganos vitales, dejaron una marca física y psicológica indeleble.
Mientras mantenían a la víctima inmovilizada y aterrorizada, los delincuentes “dieron vuelta” la propiedad. Revisaron cada cajón, mueble y rincón en busca de efectivo. Finalmente, se alzaron con un botín que incluyó los ahorros personales del psicólogo, computadoras, equipos electrónicos y hasta prendas de vestir. La impunidad con la que se movieron durante tanto tiempo dentro del edificio sugiere una planificación previa y una total falta de temor a ser descubiertos.
El calvario terminó cuando la banda, satisfecha con el botín, abandonó el lugar. A pesar de estar herido y en estado de shock por el efecto residual de la droga y el trauma vivido, Alfredo logró liberarse parcialmente de sus ataduras y arrastrarse hasta la puerta para pedir auxilio a una vecina, quien finalmente dio aviso a las autoridades.
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Más allá del delito en sí, el caso dejó al descubierto falencias en la cadena de atención a las víctimas de este tipo de sumisión química. Tras ser trasladado para recibir atención médica, el psicólogo denunció públicamente graves omisiones en el protocolo sanitario. “No me hicieron test toxicológico ni profilaxis”, señaló con indignación. La falta de un análisis de sangre u orina inmediato impide determinar qué sustancia exacta fue utilizada para dormirlo, un dato clave no solo para su tratamiento médico, sino también como prueba forense fundamental para la investigación judicial. La ausencia de profilaxis (tratamientos preventivos ante posibles infecciones tras una agresión con elementos cortantes o contacto físico) es otra irregularidad que agrava la situación de vulnerabilidad de la víctima.
Este violento asalto en Palermo enciende nuevamente las alertas sobre el uso de aplicaciones de citas y la seguridad en los encuentros privados. Si bien estas plataformas son herramientas cotidianas de socialización, casos como el de Alfredo recuerdan que existen organizaciones criminales que las utilizan como coto de caza, aprovechándose de la buena fe y la intimidad para cometer delitos cada vez más violentos y sofisticados. La Justicia ahora trabaja en el rastreo de los perfiles digitales y las cámaras de seguridad de la zona para intentar identificar a los agresores, mientras el barrio no sale de su conmoción.
