Terminaron las Vacaciones: Palermo vuelve a su ritmo habitual

Este lunes sonó el despertador para miles de chicos y la ciudad retomó su pulso normal. En Palermo, la resaca de las vacaciones de invierno se siente en el regreso del tránsito, la calma en los parques y un cambio de atmósfera general. Los comerciantes y gastronómicos celebran el alivio económico de las últimas dos semanas, pero miran con cautela lo que resta del año.

El cambio fue notorio desde primera hora del lunes. Las calles de Palermo recuperaron su fisonomía habitual: el apuro de los padres por llegar a tiempo al colegio, el tráfico más denso en las avenidas principales y el regreso de los uniformes escolares a la paleta de colores del barrio. Las dos semanas de frenesí familiar llegaron a su fin, y con ellas, la pausa en la rutina de la ciudad. Para Palermo, que funcionó como el epicentro del entretenimiento infantil, el “día después” es un momento para hacer balances y reacomodarse al ritmo de un año que, ahora sí, encara su segunda y definitiva mitad.

El balance económico que dejaron las vacaciones de invierno es, para la mayoría de los rubros involucrados, un vaso medio lleno. Los teatros, cines, museos y centros de entretenimiento infantil trabajaron a capacidad casi completa, recibiendo una inyección de liquidez que era vital después de un primer semestre recesivo. “Fueron dos semanas espectaculares que nos salvaron el trimestre. La respuesta del público fue increíble. Ahora el desafío es mantener una buena convocatoria con la cartelera para adultos, que es un público más afectado por la crisis”, analiza el gerente de un complejo teatral de la zona. En la gastronomía, el efecto fue similar. Los restaurantes y cafés vieron un aumento significativo en la clientela, especialmente al mediodía y a la tarde, lo que les permitió mejorar la facturación y afrontar con más holgura el pago de salarios y aguinaldos.

Sin embargo, pasada la euforia, la cautela vuelve a ser la norma. Los comerciantes saben que este impulso fue estacional y que ahora se enfrentan a la “larga meseta” de agosto a noviembre, meses que históricamente no tienen grandes picos de consumo. La principal preocupación es si la leve desaceleración de la inflación y la estabilidad cambiaria se traducirán en una recuperación paulatina del poder adquisitivo o si la recesión continuará planchando la demanda. “Las vacaciones fueron un oasis. Pero ahora volvemos a la realidad de todos los días: costos fijos altos y un cliente que piensa cada gasto. Hay que ser muy creativo para atraerlo”, reflexiona la dueña de una tienda de decoración en Palermo Soho.

El barrio, en su conjunto, también cambia su pulso. Los parques y plazas, que fueron un hervidero de chicos, recuperan su tranquilidad y vuelven a ser el dominio de los paseadores de perros, los corredores y los vecinos que buscan un momento de calma. Los cafés retoman su rol como “oficinas” de trabajadores freelancers, y el ritmo general se vuelve menos frenético y más productivo. Palermo se despidió de los chicos y vuelve a su identidad de barrio de tendencias, trabajo y vida nocturna, con la esperanza de que el envión de las vacaciones haya sido el presagio de una segunda mitad de año un poco más próspera.