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La noche de San Patricio tiñe de verde a Palermo

Cerveza verde, tréboles y sombreros de leprechaun. Este lunes, miles de jóvenes coparon los bares de Palermo para celebrar el Día de San Patricio. La fiesta, de origen irlandés, se ha consolidado como una de las noches más importantes del año para el sector cervecero y gastronómico del barrio, un fenómeno que mezcla la tradición con una astuta estrategia de marketing.
Aunque en Buenos Aires hay pocos descendientes de irlandeses y San Patricio no es un santo de devoción local, cada 17 de marzo las calles de Palermo se tiñen de verde y se llenan de un fervor festivo que poco tiene que envidiarle al de Dublín. La celebración de St. Patrick’s Day se ha instalado con una fuerza arrolladora en el calendario porteño, convirtiéndose en una de las noches de mayor consumo de cerveza del año. Y el epicentro de esta fiesta importada es, sin dudas, Palermo, con su inmensa concentración de cervecerías artesanales y bares de estilo irlandés.
El fenómeno es un claro ejemplo de globalización cultural y, sobre todo, de una exitosa operación de marketing. Lo que comenzó como una celebración de nicho en los pubs irlandeses tradicionales, fue adoptado y potenciado por las grandes marcas de cerveza y por el boom de las cervecerías artesanales. Vieron en San Patricio la excusa perfecta para crear un evento masivo en un mes, marzo, que no tenía grandes fechas festivas. La iconografía es simple y potente: el color verde, los tréboles de cuatro hojas y la figura del leprechaun. Los bares se decoran para la ocasión, los bartenders se visten con sombreros y tiradores, y la cerveza se tiñe de verde con colorante alimentario, el gran hit de la noche.
En Palermo, la celebración se concentra en los corredores cerveceros de Palermo Hollywood y Soho. Calles como Fitz Roy o Honduras se convierten en un hervidero de gente, con los bares desbordados y las veredas convertidas en una extensión de la fiesta. Los locales lanzan promociones especiales, como “2×1” en pintas de cerveza verde o “happy hour” extendido. La música celta y el rock irlandés suenan en los parlantes, creando una atmósfera festiva que atrae a un público mayoritariamente joven, de entre 20 y 35 años. “Es una noche increíble. Vendemos el triple que un lunes normal. La gente viene con ganas de festejar, se visten de verde, se sacan fotos. Ya es un clásico, una de las mejores noches del año para nosotros”, cuenta entusiasmado el encargado de una cervecería de la zona.
Para los asistentes, San Patricio es una oportunidad para un festejo descontracturado y divertido. No tiene la carga familiar de las fiestas de fin de año ni la solemnidad de otras fechas. Es simplemente una excusa para juntarse con amigos, tomar cerveza y celebrar. La autenticidad de la tradición irlandesa es lo de menos; lo que importa es la experiencia colectiva de la fiesta. Este año, la celebración del lunes funcionó como un “puente” ideal para cortar la semana, y la convocatoria fue masiva. Una vez más, Palermo demostró su capacidad para absorber tradiciones foráneas y adaptarlas a su propio código, convirtiendo una fiesta lejana en un negocio redondo y en una cita ineludible de su calendario social.
