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Monopatines y bicicletas eléctricas, entre la solución de movilidad y el caos en las veredas

Se han convertido en parte del paisaje urbano de Palermo: apoyados contra un árbol, tirados en una esquina o circulando a toda velocidad por la ciclovía. Los monopatines y bicicletas de alquiler, impulsados por aplicaciones, ofrecen una solución de micromovilidad ágil y moderna, pero su falta de regulación y el mal uso generan un creciente conflicto en el espacio público.
Para un turista que quiere recorrer los bosques o para un residente que necesita hacer un tramo corto desde la estación de subte hasta su casa, son una solución ideal. Desbloquear un monopatín o una bicicleta eléctrica con el celular y empezar a moverse de inmediato es la promesa de una movilidad urbana más flexible y sustentable. En Palermo, donde las distancias suelen ser relativamente cortas y el tránsito es denso, estas opciones han proliferado a una velocidad asombrosa. Empresas como Tembici (las bicicletas del sistema Ecobici), junto con operadores privados de monopatines, han desplegado una flota de cientos de vehículos que son utilizados por miles de personas cada día. Sin embargo, lo que para unos es una solución, para otros se ha convertido en una pesadilla.
El principal foco de conflicto es el estacionamiento anárquico. A diferencia del sistema Ecobici, que obliga a retirar y devolver las bicicletas en estaciones fijas, muchos servicios de monopatines permiten dejarlos en cualquier punto del área de operación. Esta flexibilidad, que es su principal ventaja, es también su mayor problema.
Las veredas de Palermo se han convertido en un cementerio de monopatines mal estacionados: bloquean rampas para personas con discapacidad, obstruyen las entradas de los garajes, dificultan el paso de los cochecitos de bebé y generan un desorden visual permanente. “Es una lucha de todos los días. Salgo de mi casa y tengo que correr un monopatín que dejaron tirado en la puerta. Son un obstáculo y un peligro, especialmente para la gente mayor”, se queja una vecina de la calle El Salvador.
La seguridad vial es otra gran preocupación. Es habitual ver a usuarios circulando a alta velocidad por las veredas, sin casco, o realizando maniobras imprudentes entre los autos. La falta de conocimiento de las normas de tránsito por parte de muchos usuarios, sumada a una fiscalización que parece insuficiente, crea situaciones de riesgo tanto para ellos mismos como para los peatones y otros conductores. Aunque la normativa de la Ciudad establece que deben circular por las ciclovías o por las calles y que el uso del casco es obligatorio, en la práctica estas reglas se incumplen con frecuencia.
La pregunta que surge es cómo regular este fenómeno para maximizar sus beneficios y minimizar sus perjuicios. En otras grandes ciudades del mundo se han implementado soluciones como la creación de “corrales” o zonas de estacionamiento obligatorio para monopatines, pintados sobre la calzada para no ocupar la vereda. También se ha trabajado en sistemas de multas más efectivas para los usuarios que incumplen las normas y en mayores exigencias para las empresas operadoras en cuanto al mantenimiento y la redistribución de su flota.
La micromovilidad compartida es, sin dudas, una herramienta valiosa para la ciudad del futuro, pero su implementación exitosa requiere de un marco regulatorio claro, una fiscalización constante y, sobre todo, una mayor cuota de responsabilidad y convivencia por parte de todos los actores del espacio público. Palermo, como laboratorio de las nuevas tendencias urbanas, tiene el desafío de liderar esa transición hacia un modelo más ordenado y seguro.
