Buenos Aires, 28/08/2025, edición Nº 971
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Actualidad y Comunidad

Ola de calor invernal en la Ciudad de Buenos Aires

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En la primera semana de agosto de 2023, el barrio de Palermo se convirtió en el epicentro de una postal inusual para esta época del año: temperaturas por encima de los 30 grados, árboles en plena floración y vecinos tomando mate bajo el sol, como si el invierno hubiera desaparecido. Lo que debería haber sido una semana fría y gris, se transformó en un veranito inesperado que cambió la dinámica de la ciudad.

El martes 1 de agosto se registró la temperatura más alta jamás medida en Buenos Aires para esa fecha: 30.1°C. Este valor rompió un récord de más de 117 años, superando el anterior máximo de 24.6°C. En Palermo, los Bosques se llenaron de corredores, ciclistas, vendedores ambulantes y turistas que caminaron por los senderos con ropa ligera, como si fuera noviembre. Las plazas estuvieron repletas, y la postal no parecía de invierno.

Los comerciantes de la zona no tardaron en reaccionar. Heladerías que en esta época suelen reducir su personal abrieron sus puertas a horario completo. Los cafés con mesas en la vereda recibieron más visitas de lo habitual. En Avenida Santa Fe, los locales de ropa reordenaron sus vitrinas para adelantar la temporada de primavera. En lo que va del año, ningún otro episodio meteorológico llamó tanto la atención como este calor sorpresivo.

Expertos del Servicio Meteorológico Nacional explicaron que el fenómeno se debió a un sistema de alta presión que bloqueó el ingreso de aire frío desde el sur, sumado a vientos del norte que empujaron masas de aire cálido desde zonas tropicales. Esta configuración atmosférica no fue común en invierno, pero se volvió cada vez más frecuente por el avance del cambio climático.

En redes sociales, las fotos de Palermo se viralizaron: jóvenes tomando sol en el Rosedal, familias en bote en el Lago Regatas, ferias al aire libre con alta concurrencia. Hasta los puestos de jugos y agua fría en la esquina de Figueroa Alcorta y Dorrego, habituales en el verano, reaparecieron con fuerza. El paisaje urbano parecía saltarse dos estaciones.

Sin embargo, no todo fue celebración. Las autoridades sanitarias alertaron sobre la exposición prolongada al sol sin protección y recordaron la importancia de hidratarse. También advirtieron que estas anomalías meteorológicas fueron parte de una tendencia preocupante. “Estábamos viendo patrones que antes eran extraordinarios volverse regulares”, indicaron desde el Observatorio Meteorológico local.

Para el jueves 3 de agosto, el pronóstico anunció el fin del fenómeno. Una masa de aire frío avanzó desde la Patagonia y devolvió a Buenos Aires a su invierno habitual. Pero el recuerdo del veranito quedó en la memoria colectiva, y la postal de Palermo en pleno agosto, con sombreros, gafas de sol y olor a protector solar, quedó registrada como un hito más de un año climáticamente impredecible.

Este fenómeno no sólo alteró costumbres; también obligó a repensar el calendario de actividades culturales, recreativas y comerciales del barrio. Algunos espacios al aire libre que planeaban reabrir en septiembre lo hicieron de forma anticipada. El sector turístico tomó nota: si el calor se adelanta, también pueden hacerlo las propuestas que dependen del buen clima. Palermo, con su infraestructura verde y su vitalidad barrial, demostró una vez más su capacidad de adaptarse al pulso cambiante de la ciudad.

En el corazón del barrio, el movimiento también se notó en los parques para perros, donde las mascotas disfrutaron más tiempo al aire libre. “No pensábamos venir hoy, pero con este calor nos vinimos toda la tarde”, comentó Carla, vecina de la zona, mientras su labrador corrió por los caniles del Parque Las Heras. El clima impactó incluso en las rutinas: gimnasios abiertos con puertas y ventanas, entrenamientos funcionales en grupo que se trasladaron de las salas cerradas a las plazas.

Los turistas, por su parte, aprovecharon para recorrer Palermo Soho y Palermo Hollywood sin el abrigo habitual de invierno. Las visitas guiadas a pie aumentaron su frecuencia y los guías adaptaron sus relatos para resaltar los contrastes del clima porteño. “Estaban sorprendidos. No esperaban este calor. Muchos llegaron con camperas que terminaron cargando en la mano”, contó Joaquín, guía de turismo.

Mientras tanto, desde organismos ambientales insistieron en que este tipo de eventos debía servir de alerta. El invierno más caluroso en más de un siglo no fue sólo una curiosidad, sino una señal del desequilibrio del sistema climático. Las altas temperaturas invernales pudieron afectar cultivos, alterar ciclos biológicos y aumentar el riesgo de incendios en zonas verdes. Palermo, con su densa arboleda urbana, no fue ajeno a estos riesgos.

Lo cierto es que esta semana atípica quedó grabada en la historia reciente del barrio. No sólo por el récord climático, sino por cómo una comunidad entera respondió y se adaptó: desde el kiosquero que decidió vender más bebidas frías hasta la madre que cambió la merienda caliente por helado artesanal en la esquina.

Al finalizar la semana, la sensación térmica comenzó a bajar, pero el recuerdo de una Palermo veraniega en pleno agosto se mantuvo. Fue una postal que sintetizó la nueva normalidad del clima en la ciudad: impredecible, cambiante y, cada vez más, fuera de lo habitual.

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