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Palermo a oscuras: La sombra de los cortes de luz vuelve a ser la gran preocupación del Verano Porteño

Con la primera ola de calor de la temporada, un viejo y temido fantasma vuelve a sobrevolar el barrio: los cortes de energía. La alta demanda generada por el uso masivo de aires acondicionados pone al límite a un sistema eléctrico frágil, y los vecinos y comerciantes de Palermo cruzan los dedos para no convertirse en víctimas de un problema que genera pérdidas económicas y un profundo malestar.
El verano en Buenos Aires trae consigo el sol, las noches largas y una amenaza recurrente que se activa con cada pico de temperatura: el corte de luz. Esta semana, con una seguidilla de días que superaron los 32 grados, la demanda eléctrica en la ciudad alcanzó niveles récord, y con ella, comenzaron a reportarse las primeras interrupciones del servicio en distintas zonas de Palermo. Para los vecinos, la posibilidad de un corte de luz es una de las mayores fuentes de estrés del verano, una lotería indeseada que puede transformar una calurosa jornada en una verdadera pesadilla.
Las causas del problema son conocidas y estructurales. La red de distribución eléctrica, a cargo de las empresas concesionarias, sufre de años de desinversión y falta de mantenimiento. Los cables, transformadores y subestaciones no están preparados para soportar la enorme sobrecarga de demanda que se produce durante las olas de calor, cuando millones de aires acondicionados se encienden al mismo tiempo. Las altas temperaturas del asfalto también sobrecalientan los cables subterráneos, aumentando el riesgo de fallas. Palermo, por su alta densidad de población, la gran cantidad de edificios y un consumo comercial elevado, es una de las zonas más vulnerables a estos colapsos.
Las consecuencias de un corte de luz en pleno enero son devastadoras. Para los residentes, significa quedarse sin la posibilidad de refrigerarse, lo que puede ser peligroso para niños pequeños y adultos mayores. Implica la pérdida de toda la comida refrigerada, un golpe económico significativo para cualquier familia. En los edificios, significa quedarse sin ascensores y, en muchos casos, sin agua, ya que las bombas que la elevan a los tanques dejan de funcionar. “El año pasado estuvimos dos días sin luz en medio de una ola de calor. Fue un infierno. Tuvimos que tirar toda la comida del freezer y mi mamá, que es grande, no podía bajar de su departamento en el octavo piso. Es una situación de abandono total”, recuerda un vecino de la zona de Plaza Italia.
Para los comercios, el impacto es igualmente grave. Un restaurante se ve obligado a cerrar, perdiendo todo el servicio del día y corriendo el riesgo de que se corte la cadena de frío de su mercadería. Un supermercado debe descartar toneladas de productos lácteos, carnes y congelados. Una heladería, el negocio estrella del verano, puede perder toda su producción. Las pérdidas económicas son millonarias y la incertidumbre es constante. Muchos locales se han visto obligados a invertir en costosos generadores eléctricos para poder garantizar un mínimo de funcionamiento, un costo que luego se traslada a los precios.
Frente a esta situación, los vecinos se organizan a través de las redes sociales para compartir información, reportar las zonas afectadas y presentar reclamos conjuntos ante el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE). Sin embargo, la solución de fondo requiere de un plan de inversión a gran escala y a largo plazo que modernice la infraestructura. Mientras tanto, cada vez que el pronóstico anuncie una nueva ola de calor, los habitantes de Palermo volverán a mirar sus lámparas con preocupación, esperando que la luz, esta vez, no se apague.
