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Palermo baila tango: las milongas del barrio que mantienen viva la tradición

Aunque Palermo suele asociarse con nuevas tendencias, bares de autor y propuestas gastronómicas innovadoras, el tango sigue encontrando su espacio en el corazón del barrio. Esta semana, distintos salones y espacios culturales abren sus puertas para recibir a vecinos, turistas y amantes del dos por cuatro en nuevas ediciones del circuito de milongas que recorre la ciudad.
Desde hace varios años, el programa BAMilonga, impulsado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad, organiza y difunde estas actividades con entrada gratuita o a precios populares. Palermo es una de las zonas con mayor movimiento dentro del circuito, con opciones casi todos los días de la semana y para todos los niveles, desde principiantes hasta milongueros de larga data.
Una de las más tradicionales es la milonga de La Viruta, en Armenia 1366, que funciona dentro del salón del Club Armenio. De jueves a domingo, el espacio se transforma en una pista gigante donde se cruzan turistas curiosos, parejas que bailan hace décadas, jóvenes en busca de una experiencia distinta y hasta celebridades locales que se escapan del circuito comercial para disfrutar de una noche más auténtica. Este lunes y martes, La Viruta también ofrece clases intensivas de tango salón y tango escenario, con entrada libre hasta agotar capacidad.
Otra opción destacada es la Milonga Parakultural, que esta semana se realiza en el Salón Canning (Scalabrini Ortiz 1331). Allí, los martes y viernes por la noche, la pista se llena con la energía de DJs especializados, orquestas en vivo y exhibiciones de bailarines profesionales. El ambiente es relajado, pero la calidad de baile suele ser alta, por lo que es común ver a grandes referentes del tango contemporáneo mezclados entre los asistentes.
En Espacio Cultural Julián Centeya, sobre la avenida San Juan, el tango también dice presente con una propuesta más barrial, donde lo importante no es el vestuario ni la técnica, sino el encuentro. Esta semana, la programación incluye una clase abierta el miércoles a las 19 h, seguida por una milonga con música seleccionada por DJ Adrián El Tano.
También hay propuestas al aire libre. En la Plaza Güemes, si el clima lo permite, el jueves por la tarde se realiza una práctica abierta organizada por vecinos, con la colaboración de docentes de tango de la zona. No hay sonido amplificado ni escenario: solo un parlante, una playlist y muchas ganas de bailar. La actividad es autogestionada, y los organizadores invitan a llevar equipo de mate, reposera o banco portátil.
El circuito de milongas no solo mantiene viva la tradición tanguera, sino que también se convierte en un espacio de encuentro generacional. En la pista se cruzan señoras de 70 años con jóvenes de 25, extranjeros que no saben español con vecinos que bailan desde que eran chicos. Se comparte más que música: hay códigos, silencios, miradas, abrazos. Y, sobre todo, respeto por una cultura que sigue latiendo.
Palermo es testigo de este fenómeno. Aunque los edificios crecen, las modas cambian y las vidrieras se renuevan, el tango resiste. En algunos rincones del barrio, las noches tienen otra cadencia. Al cruzar la puerta de una milonga, el tiempo parece suspenderse. Hay algo del Buenos Aires antiguo que vuelve, aunque sea por unas horas.
Para quienes quieran conocer la programación completa de milongas, el sitio oficial del Gobierno porteño (bamilonga.buenosaires.gob.ar) ofrece un mapa interactivo actualizado. Allí se pueden filtrar días, estilos, niveles y locaciones.
Palermo baila. Y no solo al ritmo de las últimas tendencias: también lo hace con la emoción del bandoneón y la elegancia del abrazo milonguero. Esta semana, el barrio demuestra que el tango no es solo patrimonio, sino presente.
