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Sarmiento y Palermo: la huella del visionario que soñó un pulmón verde para la ciudad

Cada 11 de septiembre, Argentina recuerda la figura de Domingo Faustino Sarmiento, prócer fundamental en la construcción de la nación. A 135 años de su fallecimiento en 1888, su legado se manifiesta de múltiples formas en el país, pero hay un vínculo particularmente tangible y vibrante en el corazón de Buenos Aires: su profunda conexión con el barrio de Palermo. Lejos de ser una figura lejana de los libros de historia, la visión modernizadora de Sarmiento dejó una impronta imborrable en lo que hoy conocemos como el Parque Tres de Febrero, el pulmón verde más emblemático de la ciudad, un espacio que se erige como testimonio viviente de su compromiso con el progreso y el bienestar público.
La idea de crear un gran parque público en la ciudad era una obsesión para Sarmiento. Convencido de que las grandes urbes europeas encontraban su esplendor en estos oasis urbanos, impulsó la creación de un espacio que democratizara el acceso a la naturaleza y el esparcimiento. Fue durante su presidencia (1868-1874) que se inició la expropiación de las tierras que habían sido propiedad de Juan Manuel de Rosas y que hoy conforman los inmensos Bosques de Palermo. Si bien la inauguración formal del Parque Tres de Febrero se produjo en 1875, bajo la presidencia de Nicolás Avellaneda, la semilla de este megaproyecto urbano fue sembrada y nutrida con fervor por el sanjuanino, quien entendió que el crecimiento de Buenos Aires no podía disociarse de la provisión de espacios verdes para sus habitantes. Su visión trascendía el mero ornato; Sarmiento veía en los parques herramientas fundamentales para la educación, la salud pública y la cohesión social de una ciudad en plena expansión.
El diseño original del parque, a cargo de figuras como Jules Thays, se benefició de la mirada de Sarmiento, quien insistía en la importancia de la diversidad botánica, la creación de lagos navegables y la inclusión de senderos para el paseo y el deporte. Quería un parque al estilo de los grandes jardines europeos, que no solo embelleciera la ciudad, sino que ofreciera un respiro a sus habitantes, un lugar donde la naturaleza fuera accesible para todos. Este ambicioso proyecto sentó las bases para el desarrollo urbanístico de Palermo, transformándolo de una zona de grandes estancias a un barrio que integraba armoniosamente la naturaleza con la vida urbana. La planificación de amplias avenidas que lo circundan y las conexiones con el resto de la ciudad también respondieron a una lógica de modernización que Sarmiento promovía.
A pocos pasos del Rosedal, en el corazón del Parque Tres de Febrero, se erige un imponente monumento a Sarmiento, esculpido por el renombrado artista Auguste Rodin. Inaugurado en 1900, esta obra no es solo un homenaje al “Maestro de América”, sino un punto de encuentro y memoria. Cada vez que un corredor atraviesa sus senderos, un ciclista pedalea por sus bicisendas, o una familia disfruta de un picnic bajo la sombra de sus árboles, está, de alguna manera, siendo parte de ese legado sarmientino. El monumento no es solo una estatua; es el recordatorio físico de que este pulmón verde, tan vital para la vida palermitana, tiene sus raíces en la visión de un hombre que creyó en el poder transformador de la educación, la ciencia y la infraestructura pública.
Hoy, Palermo sigue siendo un reflejo de esa visión. No solo por sus parques y jardines, sino también por su constante dinamismo, su carácter educativo y su apertura a la innovación. Sarmiento, que fue un ferviente promotor de las escuelas, la ciencia y la modernización de las ciudades, encontraría en el Palermo actual un eco de sus ideales. Las instituciones educativas de primer nivel, los centros de investigación, la diversidad cultural y el espíritu emprendedor que caracterizan al barrio, son, en cierta medida, herederos de ese impulso sarmientino por una nación en constante evolución y aprendizaje. La fecha de su muerte no es solo un día de luto, sino una invitación a reflexionar sobre cómo sus ideas siguen configurando el espacio que habitamos y el espíritu de progreso que define a Palermo.
