Un recorrido por los colores de la nueva estación

Oficialmente, el verano ha terminado. Con la llegada del equinoccio de otoño, el paisaje y la vida de Palermo comienzan a transformarse. Los árboles se tiñen de ocres y amarillos, las cartas de los restaurantes cambian y una nueva atmósfera, más íntima y acogedora, se adueña del barrio.

El cambio es sutil, pero inconfundible. El aire de las mañanas es más fresco, la luz del sol se vuelve más oblicua y las hojas de los plátanos comienzan a alfombrar las veredas. Este viernes, con la llegada del equinoccio, el otoño se ha instalado oficialmente en el hemisferio sur, y Palermo es uno de los mejores lugares de la ciudad para apreciar esta transición. La nueva estación trae consigo no solo un cambio en el clima y en el paisaje, sino también en los hábitos, los sabores y el estado de ánimo de sus habitantes.

El espectáculo visual más impactante se da en los grandes espacios verdes. Los Bosques de Palermo inician una lenta pero magnífica transformación cromática. El verde intenso del verano da paso a una paleta de amarillos, naranjas y rojizos. Los ginkgos biloba del Jardín Botánico, con sus hojas en forma de abanico, se convierten en una de las principales atracciones, tiñéndose de un amarillo dorado espectacular. Es la época ideal para las caminatas fotográficas, para capturar la belleza melancólica de un paisaje que se prepara para el reposo invernal.

La gastronomía del barrio también se viste de otoño. Los chefs y dueños de restaurantes aprovechan el cambio de estación para renovar sus cartas, dejando atrás los platos frescos y livianos del verano para dar la bienvenida a preparaciones más contundentes y reconfortantes. Es la temporada de las calabazas, los hongos, las batatas y los frutos secos. Vuelven a las pizarras los risottos cremosos, las pastas con salsas más elaboradas, las carnes braseadas y las sopas crema. “El otoño es una de las épocas más lindas para cocinar. Te permite usar otros productos, otras técnicas de cocción más lentas. La gente busca platos que los abriguen, que los reconforten”, explica el cocinero de un bistró de la zona.

En las cafeterías de especialidad, el “cold brew” da paso al “latte” caliente, a menudo saborizado con especias como la canela o el cardamomo. Y en las pastelerías, las tortas con frutas frescas de verano son reemplazadas por las de manzana, pera, nueces o chocolate. Es una cocina que invita a la introspección y al disfrute en los salones interiores, que vuelven a cobrar protagonismo.

El cambio de estación también se siente en la vida social. Las noches al aire libre se vuelven más selectivas, reservadas para los días en que la temperatura lo permite. La gente busca ambientes más cálidos y acogedores. El ritmo del barrio, aunque sigue siendo intenso, se vuelve un poco más pausado, más hogareño. El otoño en Palermo es una invitación a disfrutar de otros placeres: el de una buena comida caliente, el de una caminata sobre un colchón de hojas secas, el de redescubrir la belleza de la ciudad bajo una nueva luz.