Temporada de helado: Palermo, capital de un ritual porteño

El termómetro sube y un deseo colectivo se despierta en la ciudad: tomar un helado. Con la llegada de la primavera, se inaugura extraoficialmente la temporada alta para las heladerías, y Palermo se consolida como el gran polo de este placer argentino.

Desde los gustos clásicos hasta las creaciones más audaces, el barrio ofrece un recorrido irresistible para los amantes del helado artesanal.

En Buenos Aires, el helado no es solo un postre, es una institución. Es la excusa para una caminata después de cenar, el premio para los chicos después del colegio, el consuelo en un mal día y el centro de un ritual social que se transmite de generación en generación. Y si bien se consume todo el año, es con la llegada de los primeros calores de la primavera cuando esta pasión se desata. En este contexto, Palermo se ha erigido como la capital indiscutida del helado artesanal, con una concentración y una diversidad de heladerías que no tiene parangón en ninguna otra zona de la ciudad.

La herencia de la inmigración italiana es la base de la altísima calidad del helado porteño. La tradición del “gelato artigianale”, elaborado con materias primas frescas, sin conservantes ni colorantes artificiales, es un sello que las buenas heladerías de Palermo defienden con orgullo. La cremosidad, la intensidad del sabor y la textura justa son el resultado de un saber hacer que se ha perfeccionado a lo largo de décadas. En el barrio conviven heladerías con una larga historia familiar, que han visto crecer a generaciones de vecinos, con nuevas cadenas y propuestas de autor que han elegido Palermo como su lugar para innovar.

El debate sobre los sabores es un capítulo aparte, casi una cuestión de estado para cualquier argentino. El dulce de leche es el rey indiscutido, y las heladerías de Palermo compiten por ofrecer la versión más perfecta y sus múltiples variantes: granizado, súper dulce de leche, con brownie, con merengue. El otro gran clásico es el chocolate, que también se presenta en un abanico que va desde el amargo más intenso hasta el chocolate con almendras o el blanco con pasas. Estos sabores tradicionales conviven hoy con una explosión de creatividad. Las nuevas heladerías de autor proponen gustos sofisticados y audaces: chocolate con aceite de oliva y sal marina, pomelo rosado con campari, queso de cabra con higos, o reversiones de postres clásicos como el lemon pie o la chocotorta.

Esta sofisticación ha atraído a un nuevo público y ha elevado el estándar de calidad. Ya no se trata solo de un postre, sino de una experiencia gastronómica. Los locales cuidan su estética, ofrecen espacios cómodos para sentarse y, en muchos casos, han incorporado opciones veganas, elaboradas a base de leches vegetales o simplemente a base de agua y fruta, que han tenido una enorme aceptación. Con la llegada del fin de semana y el clima primaveral, las veredas de las heladerías de Palermo se prepararán para recibir largas filas de clientes, ansiosos por disfrutar de un cuarto, un medio o un kilo de ese placer cremoso que, para los porteños, es sinónimo de felicidad.